RON MUECK (1958)
En 1996 Mueck cambió hacia el “arte refinado” colaborando con su suegra Paula Rego, para producir pequeñas figuras como parte de una escena que ella estaba mostrando en la Galería Hayward. Rego lo presentó con Charles Saatchi quien inmediatamente quedó sorprendido con su trabajo y comenzó a coleccionar y solicitar trabajos. Esto lo dirigió hacia la creación que le formó un nombre a Mueck, “Dead Dad” (papá muerto) que es una escalofriante e hiperrealista obra de silicona y otros materiales, del cuerpo muerto de su padre, reducido aproximadamente a dos tercios del tamaño natural. Es la única obra de Mueck que usa su propio pelo para el producto final.
Las esculturas de Mueck reproducen fielmente los detalles del cuerpo humano, pero juega con la escala para crear imágenes que nos sacuden. Su obra de cinco metros “Boy”, fue mostrada en 1999 en el “Millenium Dome” y más tarde se exhibió en la “Biennale de Venecia”.
Éste escultor formó parte de la exposición “Sensation” que causó polémica y otras reacciones extremas entre los críticos y el público. La pieza que expuso en esa ocasión era “Dead Dad”. Esa exposición incluyó también a otros “nuevos” artistas británicos como Damien Hirst y los hermanos Jake y Dinos Chapman, que llevan su quehacer a extremos definitivamente estremecedores.
EL COMPLOT DEL ARTE
de los discursos autoritarios, los planteos homogeneizadores y la memoria pasiva del pasado.
Por esto, en la primera sección del libro, –“Lo crítico y lo político en el arte”– Richard recorre
genéricos, difuminarlos, explorar bordes del pensamiento, retorcer el alfabeto para comunicar su sospecha de las verdades absolutas. “En lugar de suturar los cortes, las obras de
Mientras que la cultura oficial hablaba la lengua de la razón totalitaria, del Todo indesmontable de la clausura represiva, la cita artística y crítica trazaba hendiduras y rasgaduras en la cara de ese todo, destrozando sus verdades presuntamente enteras y multiplicando los trozos que un pensamiento en acto recombina en desorden de piezas y sentidos” (44). Así, los procedimientos de la vanguardia chilena en la posmodernidad tienen la forma de ruinas y fragmentos, pero no con el objetivo de revenderse en el mercado sino con el fin de proponer una re-politización cultural.
de mujeres que salieron a las calles de Londres para exigir la liberación del ex-dictador, ya que en dicha protesta se reveló el equilibrio social roto y el frágil consenso que la democracia intentaba ocultar. Asimismo, el papel de los movimientos femeninos, tanto aquellos que apoyaron al pinochetismo, como aquellos que jugaron un rol fundamental en la recuperación democrática,
es analizado puntualmente en otro de los trabajos, también a partir de la figura del altercado y la incomodidad. En este caso, aquel que provocaron Diamela Eltit y Lotty Rosenfeld mediante la exhibición, en plena dictadura, de un filme pornográfico en una reunión del feminismo de izquierda. Nuevamente, la cita dislocadora y obscena (la que da cuenta del fuera de escena, de lo que no puede nombrarse) revela las fisuras de lo aparentemente homogeneizable,
introduciendo los “tumultos de lo clandestino” (185). Una mención especial merece el trabajo “Roturas, enlaces y discontinuidades”. En él se analizan las recepciones de la obra de Walter Benjamin en las prácticas culturales de los ‘80, fundamentalmente en aquellas que propusieron al pasado no como algo irreversiblemente detenido, sino que, a partir del fragmento y el residuo, devolvieron el “recuerdo turbio”, “que no sea linealmente restitutivo de una historia plena y coherente” (114), y derribaron los planteos de la “democracia de los acuerdos”, recordando que la historia de los oprimidos es siempre
discontinua. Por ejemplo, frente a la compilación Imágenes 1973. Archivo histórico El Mercurio que ordena las fotografías del periódico bajo una mirada conciliadora de la historia, como ya contada y finita, Richard sitúa la perspectiva del filme La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, cuya narración prioriza la sintaxis discontinua de la historia contándose.
sólo a partir de las dislocaciones y de la puesta en duda de las certezas establecidas es posible reflexionar seriamente sobre los últimos años de la realidad sudamericana.