lunes, 13 de abril de 2009

La Pinintura de Shinki



De raíces orientales, Venancio Shinki es uno de los pintores peruanos de la generación de los sesenta. Dejó el informalismo para llegar a la representación, allí encontramos lo mejor de su estilo. *En su caso lo hizo sin mediar rupturas ni cortes violentos, guiado por la coherencia de un proyecto artístico propio, ha logrado construir así un refinado lenguaje, cuyas resonancias apelan simultáneamente a nuestra percepción sensorial y a nuestra memoria. Durante los años de estudio en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENSABAP 1954-1962), un encadenamiento de circunstancias había determinado el triunfo definitivo de la no-figuración en la escena artística local. A su vez, en el Perú se perfilaba una primera generación de artistas niseis, identificados en su mayoría con el informalismo. Ya en 1964, una exposición de este tipo incluía los nombres de Tilsa Tsuchiya, Arturo Kubotta, Venancio Shinki, Julia Ozaki y Teodora Seto (5 pintores. Semana del Japón. Lima-ICPNA, 1964) ºSin duda, la recepción de estas encontró terreno propicio en el público y la crítica locales. El ingreso de Shinki al circulo de galerías fue inmediato, exitoso y estubo acompañado por una sucesión de premios (1962 y 1967, premio pintura ICPNA 1964, premio del I Salón de San Marcos 1965 y el premio bienal Teknoquimica 1966) -más de nueve en menos de seis años- que implicaba un grado de reconocimiento raras veces concedido a un pintor de su edad.

Hay también una confluencia con el incipiente ancestralismo representado por un grupo de pintores locales, que buscaban establecer asociaciones y analogías entre el expresionismo abstracto y las tradiciones precolombinas. Igual que Alberto Dávila y Fernando de Szyszlo, por esos años Shinki irá adoptando denominaciones autóctonas para sus obras, como Pukutay o Chancay. Un nuevo giro se impone en las pinturas presentadas por Shinki al terminar el siglo. Su memorable iconografía aparece animada por un espíritu bastante más lúdico, acorde con el sentido mágico de ciertos recuerdos infantiles. Parcela de Ángel, El Pajarero y Otra Vez son obras en las que el juego reencuentra su naturaleza cíclica como inspirador del homo ludens. Paulatinamente, la norma clásica de sus torsos y cabezas se va desvaneciendo hasta resultar ironizada por aquellas sutiles deformaciones que les imprimen un contradictorio aire arcaizante. Las sensaciones de corporeidad y volumen, antes predominantes, van cediendo paso a la idea del perfil o el relieve, enfatizada casi siempre por la configuración de áreas planas que sugieren la apariencia de grandes bloques de piedra a medio labrar emplazados en el centro mismo de la composición. Esta paradoja celebración de lo primitivo es una auténtica prueba de fuego que no sólo viene a confirmar el virtuosismo del artista, sino su porfiada conciencia de los límites y posibilidades que le sigue ofreciendo la pintura como espacio de ficción, en medio de la dispersa babel mediática que se vislumbra para este siglo XXI. Venancio Shinki es uno de los grandes artistas nacionales más reconocidos, egresado de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú.
*Material de investigación prestados de la revista Lienzo numero 23, revista de la universidad de lima, El Comercio y textos de Luis E. Wuffarden. Crónica de Patt Monroy (ENSABAP-Lima)